Pues la hechicería constituye la más alta traición contra la majestad de Dios. Por eso los acusados han de ser sometidos a tortura a fin de que confiesen. Cualquier persona -pertenezca al rango a que pertenezca- que se halle acusada de tal delito, puede ser sometida a tortura. Y al que se hallase culpable, aunque confiese su crimen, sométasele a tortura, haciéndole padecer todas las torturas prescritas por la ley, en cuanto puede ser castigado en proporción a su delito.
[Citado por Aldus Huxley en "Los demonios de Ludun]
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