Jorge Luis Borges: "La muerte y la brújula"

   - Posible, pero no interesante -respondió Lönnrot-. Usted replicará que la realidad no tiene la menor obligación de ser interesante. Yo le replicaré que la realidad puede prescindir de esa obligación, pero no las hipótesis.

Un libro en octavo mayor le reveló las enseñanzas de Israel Baal Shem Tobh, fundador de la secta de los Piadosos; otro, las virtudes y los terrores del Tetragrámaton, que es el inefable nombre de Dios; otro, la tesis de que Dios tiene un nombre secreto, en el cual está compendiado (como en la esfera de cristal que los persas atribuyen a Alejandro de Macedonia) su noveno atributo, la eternidad -es decir, el conocimiento inmediato de todas las cosas que serán, que son y que han sido en el Universo. La tradición enumera noventa y nueve nombres de Dios; los hebraistas atribuyen ese imperfecto número al mágico temor de las cifras pares; los Hasidim razonan que ese hiato señala un -centésimo nombre- el Nombre Absoluto.

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