Amado. "Memorias de un niño"

En la literatura y en la vida, me siento cada vez más distante de los héroes y de los líderes y más próximo a aquellos a quienes todos los regímenes políticos y todas las sociedades desprecian, repelen y condenan.
La herejía es siempre activa y constructora, abre caminos nuevos. La ortodoxia envejece y pudre las ideas y los hombres.
La larga y dura experiencia me enseñó, con el paso de los años, la importancia de pensar con la propia cabeza. Por pensar y actuar conforme a mi cabeza, pago un precio muy alto, blanco del tiroteo de todas las ideologías, de todos los radicalismos ortodoxos. Precio muy alto y, aún así, barato.
¿No serán quizá las ideologías la desgracia de nuestro tiempo? ¿El pensamiento creador anegado, ahogado por las teorías, por los conceptos dogmáticos, el avance del hombre frenado por supuestas reglas inmutables?
Sueño con una revolución sin ideología, en la que el destino del ser humano, su derecho a comer, a trabajar, a amar, a vivir la vida plenamente, no esté condicionado por el concepto expresado e impuesto por una ideología, cualquiera que sea. ¿Un sueño absurdo? No hay derecho mayor y más inalienable que el derecho a soñar. El único derecho que ningún dictador puede recortar ni suprimir.

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