Las verdades teológicas son oscuras, las filosóficas son discutibles, las históricas dependen del poder y la influencia de los gobiernos y las políticas están basadas en principios harto dudosos. Las verdades de la biología, incluyendo la medicina, son casi meramente empíricas y las de las ciencias sociales, económicas y psicológicas están basadas en la estadística y en el mejor de los casos representan una más o menos válida probabilidad. Incluso las verdades físicoquímicas dejan mucho que desear: carecen de rigor y no pueden dar más que una buena aproximación.