la razón atropellé,
la virtud escarnecí,
a la justicia burlé
y a las mujeres vendí.
Yo a las cabañas bajé,
yo a los palacios subí,
yo a los claustros escalé,
y en todas partes dejé
memoria amarga de mí.
Ni reconocí sagrado
ni hubo razón ni lugar
por mi audacia respetado;
ni en distinguir me he parado
al clérigo del seglar.
A quien quise, provoqué;
con quien quiso, me batí,
y nunca consideré
que pudo matarme a mí
aquel a quien yo maté.
A esto Don Juan se arrojó,
y escrito en este papel
está cuanto consiguió,
y lo que él aquí escribió
mantenido está por él.
Partid los días del año
entre las que aquí encontráis.
Uno para enamorarlas,
otro para conseguirlas,
otro para abandonarlas,
dos para sustituirlas
y una hora para olvidarlas.
No, no me causan pavor
vuestros semblantes esquivos;
jamás, ni muertos ni vivos,
humillaréis mi valor.
Yo soy vuestro matador,
como al mundo es bien notorio;
si en vuestro alcázar mortuorio
me aprestáis venganza fiera,
daos prisa, que aquí os espera
otra vez Don Juan Tenorio.
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